Como sabéis, ésta es el primer
ámbito de humanización de la persona; aunque está en el fondo de todos los
grandes problemas que hoy tiene planteada la educación y la
cultura.
En la familia es donde nos
hacemos: se constituye y se forma la
personalidad.
La persona depende de su relación
con los demás, es un rasgo natural y necesario que posibilita que la persona
llegue a ser lo que es.
Entonces, es la familia la primera
comunidad social en la formación y construcción del ser
personal.
El nivel de comunicación familiar
es vital, existencial, experiencial.
Es en ella donde el ser humano se
abre espontáneamente. Surgen los primeros y más profundos influjos educativos de
la vida humana personal.
La familia es hoy una realidad
polimorfa, de formas distintas, aunque con una estabilidad profunda. Los
influjos que se ofrecen en el seno de la vida familiar se caracterizan por una
extraordinaria riqueza y diversidad.
Se reciben los primeros y
decisivos estímulos para el desarrollo sensorial, lingüístico, intelectual y
físico del ser humano. La afectividad, afirmación personal y fluencia de la vida
se viven con más intensidad.
Hay una vinculación muy estrecha
entre la vida familiar con la formación integral de la
persona.
Las experiencias que el niño
adquiere en el hogar giran en torno a dos grandes categorías de actitudes
básicas: la actitud abierta, positiva, y la actitud cerrada y obstructiva; y los
sentimientos ante la vida que la acompañan: de seguridad y autonomía, asociados
a la primera actitud y de inseguridad y heteronomía, vinculados a la
segunda.
è APERTURA: facilita al niño que vaya a las situaciones y problemas
que se le plantean con el propósito confiado de abrirse a ellas, de vivir
obstáculos como problemas que hay que resolver. El niño adquirirá y gozará de
sentimientos de SEGURIDAD en sí mismo. Tendrá un sentido de autonomía y
responsabilidad. Se abrirá a la comunicación hacia los demás y hacia el
aprendizaje; aprendiendo a
aprender.
è CERRADA: No se enfrentará a los pequeños problemas u
obstáculos sino que los rehuirá. Termina reconociendo que no vale, es inferior e
impotente; no valorará los demás. Se verá dominado por sentimientos de heteronomía, es decir de
anulación por otros, bajo los cuales se siente reprimido o
coartado.
Con esto lo que quiero es que veáis lo que hacemos
con nuestros niños teniendo estas actitudes; si bien es cierto, que tenemos un
“ansia de protección” que no nos deja vivir a nosotros ni a ellos, y que así nos
sentimos más cómodos…pero y nuestros chicos??? Les estamos haciendo bien??? Se
están sintiendo cómodos con nuestra forma de
actúar???
Voy a poner varios
ejemplos:
è Pedirle a un peque que ponga la mesa: el pondrá la mesa a su ritmo
y a su manera, la mayoría de las veces tenemos prisa y terminamos diciendo “A
ver trae”; muy bien, hemos puesto muy rápido la mesa, pero qué ha pasado con
nuestro niño??? Cuál será el resultado de nuestra actitud????
Pues lo que ha pasado es que ya
hemos puesto la semillita para su inseguridad, no le hemos enseñado NADA en
absoluto y lo peor, es que luego no volverá a hacerlo y vendrá la queja
siguiente “Es que no me ayuda en nada”. Sinceramente, yo tampoco ayudaría, por
qué, pues porque hay una persona que lo va a hacer mejor que yo y encima me va a
reprochar…
Los niños no aprenden a hacer las
cosas solos, tienen que tener un guía. Para educar hay que tener muchísima
PACIENCIA!!!!
Entonces qué hacemos? Vamos a
ayudarle a que ponga la mesa, a que se lleve los tenedores aunque sea de uno en
uno, a explicarle donde se ponen los vasos y los tenedores y sobre todo VAMOS A
PREMIAR SU ACTITUD!!!!
Es un breve ejemplo de qué podemos
hacer para fomentar su autonomía y la seguridad en sí mismo…pero sí queréis y me
lo pedís podemos poner muchísimos más
ejemplos!!!
Pasad un buen
día!!!
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